Happy Family Life – Rosina Wachtmeister
Qué mujer no ha dicho esto cuando la familia política se le ha avanzado sobre una -pobre, indefensa, plena de amor-.
Bueh, tampoco la pavada, digamos que uno tiene sus cositas. Y de familias políticas yo les puedo hablar, ya enterré a la segunda y vamos…
Eso me hace acordar a alguna noche en la que soñamos encontrar al hombre de nuestra vida, que además de perfecto, pasional, cariñoso y compañero sea… huérfano, o de familia desconocida y con pocas probabilidades de hallarla.
Mi primera familia política fue un primor, hasta que me fui a vivir con ellos. Yo, con apenas dieciocho años y el tanque lleno, limpiaba, cocinaba y trataba de ganarme a mi suegra de cualquier manera posible. La partida ya estaba perdida: la primera ofensa que se le puede hacer a una mujer es hacerla abuela de buenas a primeras casi antes de los cuarenta. Terrible afrenta. Una vez superado ese mal trago, llegó la hora de los críos. Sí, esa cosita llamada nieto, pasa a ser rehén en la disputa por los cuidados. El primer portazo lo di cuando dije de mi hijo me encargo yo, seré joven pero aprenderé. Segundo mal paso: demostrar autosuficiencia y autoridad. Luego de muchos pasos, todos tendientes a marcar límites imaginarios en una casa compartida, el camino del exilio llegó antes de lo pensado.
Algunos pocos años pasaron y con éstos el desgaste y la separación, el amor no manifestado y las ganas de vivir otra cosa. Las palabras de aliento: qué vas a hacer sola con un hijo, no vas a enganchar a nadie, de qué vas a vivir, por qué no seguís casada unos años más para que quedes mejor parada…
Siempre hay algún buen samaritano en el camino que nos recuerda que estamos en carrera y nos hace de puente para la siguiente víctima. Lejos de ser huérfano, la siguiente víctima vino con familia numerosa en sus espaldas. El menor de los hermanos, el más bello, el más cuidado, es que salía solo con hermosas mujeres y justo se viene a enganchar esta atorranta que encima viene con regalito.