
Esperando – Gustav Klimt – Pintor simbolista austríaco y uno de los miembros más prominentes del movimiento Art Nouveau de Viena. (Wikipedia)
Miró la hora por enésima vez esa tarde. El timbre no sonaba, el teléfono tampoco. Los autos pasaban todos de largo. La espera. Era la segunda semana consecutiva en que a la misma hora se encontraba en el mismo trámite: la espera.
Cada día de esos últimos quince días la rutina era más o menos igual. Ver qué se ponía, tal o cual prenda, mirarse en el espejo, elegir el perfume y los aromas.
Los primeros días apuntó a verse bella, maquillaje, cabello arreglado. También preparó algún que otro tentempié dulce. Fumó poco y suspiró bastante.
A medida que los días iban tachándose con una cruz negra, la rutina iba cambiando. Tal vez alguna situación, alguna prenda distinta, un peinado nuevo, el clima más caluroso, hicieran que el timbre sonara.
Nada.
Ya en los últimos días, trató de relajarse un poco. Queriendo sembrar de azar una situación imposible de manejar, esas horas de incertidumbre las actuó como sino esperase a nadie. Su cabello revuelto, su vestimenta diaria, su colonia de todos los días, los diarios desacomodados sobre el sofá, su mirada perdida…
Como al pasar, se dejó estar de entre casa mientras se sentaba a completar las hojas plagadas de versos vacíos.
Y sí, el espíritu de Penélope es indestructible, de vez en cuando asalta a algún alma desprevenida que se ve imposibilitada de desprenderse del hechizo de la eterna espera.
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