Amoureux De Vence Marc Chagall
Abrí los ojos una mañana de abril. No es que los tuviese cerrados porque estuviese durmiendo. Las sábanas amanecieron enredadas entre mis miedos y mis fantasmas, el insomnio había hecho un trabajo nefasto. Al levantarme no pude distinguir nada familiar a mi alrededor.
Era el humo, la nebulosa, la confusión, el agua evaporada, el espejismo que hacía ver las cosas de manera diferente. Uno nunca sabe cuándo llega el día, hasta que se amanece, y aparece la crisis, sin invitación previa, llamando al desconcierto y al interrogante.
Los días ciertos y claros habían quedado atrás. Esa mañana el viento se estaba llevando las hojas muy de prisa, arrancadas una a una de las ramas, violentamente decía que había cosas que se iban a otro lugar, el lugar de las cenizas.
Una gran nostalgia quedaba suspendida en la atmósfera, y invitaba a mirar hacia atrás. Un paso adelante, dos atrás, tres adelante, cuatro, cinco…. Mayo aún no llega, y tal vez cuando lo haga se alcance a divisar la costa, como una promesa de que existe puerto seguro donde refugiarse.
Tarde, muy tarde
me preguntas si te miento,
cuando sé que sabes bien
que ni yo mismo lo sé.
Tarde, muy tarde,
no me digas que aún es tiempo,
algo más que nuestra piel
ha empezado a envejecer.
Te amé tanto
que me da vergüenza
recordarlo…
déjalo estar,
deja que es tarde.
Tarde, muy tarde.
sólo nos guía el cansancio
y ese miedo de perder
lo que ha sido y ya no es.
Tarde, muy tarde,
tarde para remediarlo,
ese tren ya se nos fue,
nunca volverá otra vez